viernes, 3 de septiembre de 2010

REFLEXION SOBRE LAS LECTURAS Y EVANGELIO DEL DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO C

5 de Septiembre de 2010

Condición ineludible para el verdadero seguimiento de Cristo es la renuncia a nuestros bienes y a nuestro propio yo. Cuando estamos dispuestos a anteponer a cualquier interés y conveniencia nuestra los intereses de Cristo entonces su Espíritu habita en nosotros e ilumina nuestras decisiones. Sólo quien no se aferra a propiedades ni se pone a sí mismo como centro será libre para preguntare qué haría Cristo aquí y ahora, y para ponerlo por obra. Cristo será horizonte fundamental de nuestra perspectiva y nuestro amor será universal.

PRIMERA LECTURA: Sab 9, 13-19

El capítulo nueve del libro de la Sabiduría es un todo en forma de plegaria, pidiendo el don divino de la sabiduría. El texto que se nos presenta este domingo es la tercera estrofa de esta oración. En él se nos presenta un tema genérico: la debilidad humana frente a Dios. La salvación del hombre depende de la sabiduría divina, esta salvación es posible porque Dios en su benevolencia la ha revelado en Cristo Jesús, su Hijo amado.

Quien habla en esta última estrofa es el ser humano en general, Salomón se diluye en el resto de los mortales; confiesa la triste experiencia de la inseguridad humana en el campo del conocimiento. El hombre es muy limitado en su conocimiento y la limitación se convierte en oscuridad en lo que respecta a los designios divinos, a no ser que el mismo Dios los de a conocer, el Señor los revela a través de la sabiduría y de su Espíritu.

El personaje orante se muestra pesimista en cuanto al conocimiento de la verdad moral del hombre; no va más allá de sus opiniones. Para el autor, esto se debe a la constitución del hombre expresada en términos platónicos: “alma - cuerpo”. El ser corporal del hombre influye en su vida psíquica, el hombre se desarrolla en la vida en una continua dialéctica entre su ser corporal y su ser psíquico y racional, porque ambos están intrínsecamente unidos. El cuerpo, figura de lo pasajero y efímero, tiende a frenar el deseo interior de elevarse a los valores espirituales.

Es difícil para el hombre conocer lo que acontece en su universo; la realidad se escapa sus manos, de modo que lo que está más allá esta fuera de su alcance natural, por eso, el orante pide la sabiduría, que es fuerza moral para obrar rectamente, y el espíritu divino, que es luz interior que guía al hombre; sólo así el hombre conoce los caminos de la vida humana y de lo que agrada al Señor.

Pese a la debilidad humana, el mensaje final es de esperanza; Dios ha revelado su plan de salvación por medio de la sabiduría que adoctrina al hombre.

SEGUNDA LECTURA: flm 9-10, 12-17

La carta de Pablo a Filemón, un cristiano de la comunidad de Colosas, es breve (el más breve de todos los escritos recogidos en el epistolario paulino) pero muy viva y cargada de fuerza, y desde luego toca un tema de suma importancia en relación con los orígenes cristianos: la actitud de la nueva comunidad religiosa frente al hecho de la esclavitud.

Los primeros versículos recogen la recomendación que hace Pablo de un tal Onésimo al destinatario de la carta, de tal recomendación se deduce que Onésimo era un antiguo esclavo de Filemón, que se había fugado de la casa de su amo y el apóstol Pablo pide a Filemón que vuelva a aceptarlo. A un lector del siglo XXI puede extrañarle no escuchar de labios de Pablo un alegato firme y decidido contra la esclavitud, uno de los mayores atentados que van contra la dignidad humana y que se han cometido a lo largo de toda la historia de la humanidad. En relación con éste como con otros problemas sociales ocurre, en efecto, que el cristianismo no se enfrentó directamente con la situación, pero en relación con tales problemas dedujo del Evangelio determinados principios que, pasado el tiempo, resultarían determinantes para superar situaciones tan claramente injustos.

En este sentido el pasaje que comentamos es un ejemplo claro, Pablo parece aceptar el derecho de Filemón sobre su antiguo esclavo; por eso le hable con moderación y cuenta con aquel para decidir el destino de Onésimo, pero al referirse a éste en tales términos que, sin atacar directamente la esclavitud, pone las bases para superarla. Desde la fuga del esclavo se han producido en su vida cambios muy sustanciales: Onésimo ha sido engendrado por Pablo, una fórmula preciosa de referirse a la conversión y que facilita la consideración de Onésimo como “hijo” a quien envía como “algo de mis entrañas”. A los ojos de Pablo, que invoca su edad avanzada y, por partida doble, su condición de “prisionero por Cristo”, esto bastaría para apoyar la petición dirigida a Filemón.

Pero es que además, la nueva condición del antiguo esclavo ha transformado radicalmente sus relaciones con Filemón: al hacerse cristiano se ha convertido en hermano suyo, hermano que debe ser querido, que comparte la misma fe y a quien no puede seguir tratando como esclavo, a pesar de que las estructuras sociales hagan imposible superar su situación.

EVANGELIO: Lc 14, 25-33

Si hacemos una síntesis muy elemental podríamos articular toda la propuesta de Jesús en torno a dos ejes fundamentales: el reinado de Dios la vivencia de Dios como Padre (Abba). Se trata de dos grandes metáforas complementarias que articulan, una, la dimensión política de reconstruir el nuevo pueblo de Dios; la otra familiar, expresa la intensidad de las nuevas relaciones con Dios. El acompañamiento físico a Jesús, formando un grupo, es la concreción de esta doble propuesta y es uno de los signos simbólicos que lo anuncian, lo expresan y lo realizan al mismo tiempo.

En la lectura litúrgica de este domingo podemos percibir una serie de imperativos radicales que conlleva la pertenencia a ese grupo, y dos parábolas lo iluminan.

Un movimiento encabeza toda la instrucción: se volvió. Lucas utiliza un verbo que le es exclusivo para Jesús, con el que indica un desplazamiento que introduce une enseñanza; posiblemente es un modo gráfico de expresar lo que significa el discipulado: Jesús va delante, es el primero que realiza el camino que han de seguir los discípulos, es el modelo a seguir, su enseñanza no hace más que poner en palabras lo que significa su camino.

Se trata de una doble exigencia a dejar y a tomar. Nos resulta difícil entender desde nuestra mentalidad, lo que suponía el abandono de la familia para alguien del siglo I. En esa cultura la personalidad no se entiende como un yo individual e independiente, sino todo lo contrario, es un yo colectivo, integrado y vinculados a los distintos grupos de pertenencia que le hacen existir y le dan personalidad. De todos, la familia es el más importante, por eso el requerimiento a dejar la familia tiene un alcance cercano al de dejar la vida. Y desde luego, sólo es concebible en tanto en cuanto se entra a formar parte de otro grupo de la misma entidad, la nueva familia, la familia de Dios, por eso se deja la vida por tomar la cruz.

Jesús ilumina los imperativos con grandes parábolas con tono sapiencial, ambas insisten en la insuficiencia de la buena voluntad y en la necesidad de calcular los costos y las capacidades. El seguimiento de Jesús no es un aprendizaje temporal, no va destinado al crecimiento personal, se trata de algo definitivo y para siempre, porque la intensión es construir una familiay un pueblo. La dimensión paradójica que tiene siempre estas máximas de ganar – perder se expresa en la fórmula final que hace de moraleja, mientras las parábolas hablan de estar bien equipados, la sentencia habla de renuncia.

Jesús se dirige a todos y nos hace la misma invitación pero espera una respuesta personal de cada uno. A dedición de Seguir a Jesús no se hace por inercia ni puede ser fruto corazonada irreflexiva. Hay que reflexionar, conocer la propia realidad personal y pertrecharse de las fuerzas necesarias para afrontar las graves dificultades que se derivan de ella. Jesús nos invita a elegir lo mejor, pero no obliga a nadie, con claridad nos dice el precio que hay que pagar.” El que no renuncia a sus bienes no puede ser discípulo mío”.

Diácono: Henri Ismael Pérez.


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